20 Febbraio 2017 – cuarto poder

Fernando Castro Flórez, catedrático de Arte en la Universidad Autónoma de Madrid y comisario de la exposición de los dibujos de Francis Bacon que se exhibe en el Círculo de Bellas Artes. / Wikipedia

La polémica viene de lejos, pero ha emponzoñado la exposición de 50 dibujos de Francis Bacon que se exhiben actualmente en el Círculo de Bellas Artes madrileño, pertenecientes a la colección de Cristiano Lovatelli, que posee unos 700.  La Estate Bacon, es decir, los herederos del artista, no reconocen los dibujos del pintor, porque alegan que Bacon no dibujó en su vida. Sin embargo, existen casi 2.000 dibujos que se le atribuyen y varias citaciones judiciales por medio perdidas por la Estate. Hemos entrevistado a Fernando Castro Flórez (Plasencia, 1964), catedrático de Arte en la Autónoma, eminente ensayista y que es comisario de esta exposición. Castro se explaya sobre el problema, a la vez que reparte tortas a la actual política cultural, que califica de desastre y, de paso, se muestra muy crítico con la postura cultural de Podemos, un partido que ayudó a constituirse desde sus comienzos.

Vaya polémica cuando se cumplen los 25 años de la muerte del pintor…

— En cierto sentido la “polémica” sobre la autenticidad de estos dibujos de la Colección de Cristiano Lovatelli Ravarino ya fue dilucidada judicialmente. No se probó que fueran falsos, al contrario, se tuvo que aceptar que estaban firmados por Bacon y que eran de su mano. Hemos querido, en todo momento, presentar y hacer público ese proceso judicial, aunque ahora creo que lo importante es valorar la obra y tratar de superar ese tipo de enredos sobre la “autentificación”.

El dueño de los dibujos, el italiano Lovatelli, posee 700 dibujos, de los que expone 50. ¿Cuál fue el criterio de selección, que supongo arduo?…

— Realicé una revisión a fondo de la colección en Bolonia, donde están depositados, y trabajé con el enorme catálogo que han editado. Tenía claro que era importante presentar obras de formato “definitivo”, esto es, evitar una acumulación de obras de desigual calidad. Afortunadamente en esta colección hay un número considerable de obras de primer nivel. He planteado cuatro temáticas para la exposición del Círculo de Bellas Artes: los Papas, las figuras sentadas, los retratos y las crucifixiones. También he combinado las obras que son dibujos a lápiz con los guaches, las ceras o los collages. Pienso que ofrecemos una panorámica interesante del trabajo en papel de Bacon y es, para el público español, una novedad absoluta.

El Estate Bacon alega que los dibujos son falsos … pero en los juicios habidos ha ganado Lovatelli, ¿qué intereses en juego hay en todo esto?

— Como he indicado los herederos de Bacon y sus representantes, entre ellos Martin Harrison. que lleva adelante el “Catálogo Razonado”, no han podido probar judicialmente que sean falsos. Me aventuro a decir que los intereses son por una lado patrimoniales y comerciales: estos dibujos son un regalo a una persona que no forma parte del núcleo del Estate de Bacon. En vida de Bacon, concretamente en 1981, se expusieron en la galería Nani de Bolonia algunos de estos dibujos y Bacon nunca negó su autoría. Parece ser que sus galerías de referencia no querían exponer la obra dibujística para sacar más beneficio de la obra sobre lienzo.

Hay un libro de David Sylvester que son unas conversaciones con Bacon donde este dice que nunca hacía bocetos de sus cuadros, ¿no es esto demasiado débil como argumento canónico?

“Bacon dibujaba,
y además lo hacía
de forma continua y obsesiva”

— Ese pasaje de las míticas conversaciones con David Sylvester es la “piedra de toque” del debate sobre Bacon y el dibujo. Durante décadas se ha repetido que Bacon no dibujaba e incluso que no sabía dibujar. Sylvester, por un lado, editó, con brillantez, pero realizando todo tipo de cambios, las conversaciones que tenía con Bacon y también influyó en la “ideología estética” que este artista asumió. Bacon quería realizar una pintura “visceral” e insistía en que sus cuadros eran “la realidad” o, en otros términos, el lienzo tenía que asumirse como el espacio de una proyección nerviosa del pensamiento, como si fuera una sedimentación sin mediaciones del inconsciente, una plasmación de la angustia existencial. Bacon tenía que atravesar una época de pintura netamente expresionista y abstracta y no podía aceptar ser tildado como un “regresivo” al asumir una línea de pintura en última instancia figurativa. Lo que dice, literalmente, en la primera de las conversaciones con David Sylvester es que no hace dibujos, mejor sería haber utilizado la palabra “bocetos”, para sus cuadros. Eso es totalmente diferente de sostener que “no dibujaba”. Si dejamos de lado la “teoría” y contemplamos sin anteojeras sus cuadros, nos daremos cuenta de que están sostenidos en el dibujo pero, además, los más de 1.000 dibujos y bocetos (eso que “no hacía” según la vulgata baconiana) que le regaló a su amigo Barry Joule, más el bloque enorme que donó a Cristiano Lovatelli Ravarino, demuestran que Bacon dibujaba y además de forma continuada y obsesiva.

Usted ha dicho que Barry Joule, que era vecino del pintor y le hacía chapuzas en casa, recibió 1.200 dibujos de Bacon, ¿cómo no basta esto para zanjar la polémica?

— En mi opinión está claro, como acabo de apuntar, que Bacon dibujaba y hacía bocetos de sus cuadros. Conviene tener presente que hay una gran diferencia entre los materiales que le entregó a Joule y los de Cristiano, aquellos son principalmente “materiales de trabajo”, mientras que las piezas de la colección de Bolonia son dibujos finales, esto es, obras autónomas, algunas de ellas de gran formato. Tengo la impresión de que “la polémica” está agotada y zanjada abriéndose ahora un asunto más interesante que es el de la valoración estética de estas obras.

¿Cómo valora usted los dibujos respecto a la pintura?

Papa, dibujo de Francis Bacon. Versión del retrato de Inocencio X de Velázquez. / Colección Francis Bacon de los dibujos donados a Cristiano Lovatelli Ravarino

— Creo que hay que superar un cierto “fetichismo del lienzo” que hace que valoremos muy poco las obras sobre papel o el dibujo. Muchos artistas, pienso en Picasso, en Giacometti o también ahora en Bacon, han realizado obras dibujísticas que están a la altura de sus pinturas sobre lienzo. En concreto los dibujos de Bacon son muy intensos y revelan su fidelidad a sus temáticas. Considero que el público puede a través de estas obras añadir un elemento más, tremendamente interesante, para comprender a uno de los artistas más brillantes del siglo XX.

En estos dibujos están los temas recurrentes en Bacon: los Papas, retratos, figuras sedentes, crucifixiones… Creo que los dibujos de crucifixión se van a exponer en la primera iglesia anglicana de Londres...

— Efectivamente, se van a exponer en ese ámbito con la autorización, evidentemente, de la jerarquía religiosa. Con respecto a la “polémica de la autenticidad” sería bastante extraño que se realizara este tipo de muestra si las piezas fueran, como algunos pretendían, falsas. Se inaugura a principios de marzo y será una ocasión estupenda para revisar la iconografía de la crucifixión en Bacon, que procede de la influencia picassiana y de la fascinación por el altar de Colmar, de (Matthias) Grünewald. Francis Bacon era un ateo y un nihilista (hablaba de “la desesperación jubilosa”) que pintaba y dibujaba crucifixiones de hombres gordos y desnudos que muestran su sexo con desvergüenza. Acaso aludía a una cruz que cargamos sin ningún ritual sublimatorio, al contrario, adentrándonos en la crueldad del mundo desquiciado en el que nos toca vivir.

Usted ha comisariado centenares de exposiciones y cuenta con numerosos libros en su haber, así, Mierda y catástrofe, sobre el arte contemporáneo, al que azota en sus manifestaciones más viles… recuerdo aún sus calificativos sobre la cúpula de Miquel Barceló… ¿Cómo ve el panorama ahora? ¿Es más clarificador que en los años de tontuna? Lo digo por la crisis…

— Lamento ser “ceniciento” pero me parece que la epidemia de la tontería no ha perdido intensidad. Barceló es ya casi un dinosaurio en esta genealogía de los desastres culturales, aunque, como en el cuento de Monterroso, “todavía sigue ahí”. La crisis, un nombre del puro y duro “austericidio” que permitió que los banqueros-ladrones salieran “de rositas”, llevó a un recorte brutal en los programas culturales; era el momento oportuno para acabar con los “vividores de la cultura” y, de paso, destrozar la Universidad y ofrecer una sanidad pública de peor calidad. Seguimos hipnotizados por la estupidez, basta encender la televisión para ver que hasta ha regresado gente zombi-delirante como Aida Nizar. Tengo pulsiones freakis, no lo niego, pero el desafuero imperante me sobrepasa. Mientras tanto, asistimos a una suerte de “retórica de la resistencia” en algunas prácticas museísticas o curatoriales que es de lo más patético: puro camuflaje de la impotencia. Me viene, lamento ser tan pedestre, ahora a ese periodista (o lo que fuera) preguntar en la última cabalgata de Reyes Magos en Madrid a una figura que iba en una carroza: “¿Qué tal Colón?” a lo que el figurante respondió “No soy Colón, soy Copérnico”. Es casi un remake del teatro del absurdo. Aquel giro copernicano que aclaró nuestro papel en el cosmos es hoy, lisa y llanamente, un retorno al punto de partida, esto es, un radical empantanamiento en el que la idiotez impone su ley. Menos mal que nos queda Shakespeare y el recuerdo de un idiota lleno de ruido y furia “que no significa nada”.

Usted siempre fue un defensor del movimiento de Podemos, al que ayudó a surgir. ¿Cómo valora la idea que tienen de política cultural? ¿Piensa que la cosa está un poco verde?

“En las ciudades en las que gobiernan siglas Podemos la dinámica cultural no ha mejorado, ni mucho menos”

— Para responder a esta pregunta me he quedado como uno de los crucificados de Bacon: en pelotas. La cuestión es saber si tienen “política cultural”. He sido, como apuntas, un defensor visceral de Podemos o, para ser más preciso, me empeñé en subrayar que no podíamos seguir atrapados por la pinza corrupta del PP y del PSOE. Creo que no soy el único que orientó su posición política a partir del movimiento de los “indignados”. Aunque sigo apoyando las posiciones políticas insurgentes, esto es, contrarias a los partidos de la “casta”, tengo que asumir que la deriva de Podemos es lamentable. Lo he expresado también en mi muro de Facebook y en público: el liderazgo de Pablo Iglesias y sus acólitos es un ejemplo de “pésima práxis política”. Todo el pre-Vista Alegre II ha sido un espectáculo de “caspa” (algo casi peor que la casta) pseudo-ideológica. Cuando Pablo Iglesias apareció hablando con un tronco me di cuenta de que se estaba tocando fondo. En el plano de la cultura o bien no proponen nada o cuando lo hacen son cuestiones perogrullescas o sencillamente casposas. Me preocupa contemplar que sus referencias culturales son penosas. Basta ver al tal Monedero, un mitinero de baja estofa, arrancándose a cantar “coplillas” o las poses del “líder” con Juego de Tronos. En las ciudades en las que gobiernan “siglas Podemos” la dinámica cultural no ha mejorado ni mucho menos. Basta pesar en la situación cultural en Barcelona o en Madrid. Nombraron en cargos de gestión cultural a gente de trayectoria y con criterio para “fulminarlos” en apenas en un año. Ojalá comience a notarse el “cambio”.

QUARTO PODER  JUAN ÁNGEL JURISTO